A primera vista, nadie se daría cuenta del tumultuoso viaje que Shiraz ha afrontado para encontrar su lugar en el mundo. Shiraz estudia programación y sueña con ser cardiocirujana. Le gusta la danza del vientre, y sus videos de en la plataforma social TikTok acumulan miles de visitas y likes.
Sin embargo, el observador perspicaz notaría las cicatrices de sus brazos, que revelan su historia de manera silenciosa.
“La primera vez que me identifiqué como niña fue de pequeña”, recuerda. “Anhelaba ir a una escuela para niñas”.
La revelación de la infancia de Shiraz marcó un cambio en su vida. Su familia conservadora, incapaz de comprender su identidad de género, respondió con violencia. Más tarde, cuando era adolescente, la sometieron a una dolorosa terapia electroconvulsiva y la convencieron de que su identidad de género era un trastorno mental.
“Después de un par de sesiones, no pude soportarlo más e intenté suicidarme. Me tiré desde un tercer piso. Me rescató la gente que se reunía abajo”, relata.
A pesar de que sufría un tormento inimaginable, Shiraz no recibió el apoyo necesario. La diferencia entre su apariencia física y la apariencia que figuraba en sus documentos de identidad oficiales le convirtió la vida en un reto.
Durante un tiempo encontró refugio en casa de su abuela, quien era su único apoyo, hasta que también ella recibió amenazas de violencia. Entonces, Shiraz quedó abandonada en la calle.
Fue entonces cuando supo de la existencia de una ONG que ayudaba a personas como ella. Al tener la oportunidad de reflexionar sobre su futuro, se planteó la posibilidad de emigrar. Así empezó su viaje a Turquía.
Primero se trasladó a Estambul y luego a Mersin, en el sur del país. Allí la vida tampoco fue fácil al principio, tuvo que enfrentarse a retos similares, buscar apoyo y protección.
“Estaba deprimida. Nunca imaginé que volvería a estudiar”, rememora.
Una organización local remitió a Shiraz al Centro Municipal y Comunitario de Inmigrantes de Mersin, gestionado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en coordinación con el Ayuntamiento Metropolitano de Mersin, que brinda a asistencia a quienes necesiten desde apoyo psicosocial, hasta asesoramiento jurídico y facilitación de trámites esenciales.
“Fue la OIM la que volvió a darle vida a mis sueños”, sostiene.
En los dos últimos años, el Centro se ha convertido en un faro de esperanza para Shiraz. Recibió el apoyo psicosocial que tanto precisaba, al igual que ayuda con el alojamiento. Además, el Centro le facilitó servicios de traducción para obtener sus documentos de identidad y la ayudó a matricularse en una universidad de Esmirna.
“Ahora estudio en la Facultad de Programación, pero quiero cambiar a Medicina. Para eso necesito mejorar mi turco”, explica. “Quiero ser cardiocirujana, ya que a menudo nos duele el corazón. Quiero ayudar a la gente“.
En vías de su reasentamiento en un tercer país, Shiraz anticipa una nueva etapa en su vida y está dispuesta a hacer realidad sus sueños, “como debería hacer toda chica”. Domina el árabe, el alemán, el inglés, francés y español, y confía en su capacidad para instalarse pronto en su hogar definitivo.
El Centro Municipal y Comunitario de Inmigrantes, que forma parte del programa de Protección y Resiliencia de la OIM, se gestiona en cooperación con el Ayuntamiento Metropolitano de Mersin. Es uno de los seis centros que funcionan en toda Turquía, cuyo objetivo es prestar la asistencia necesaria a los migrantes y refugiados y fomentar la cohesión entre las comunidades. El apoyo a través de los centros es posible gracias a la Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de Estados Unidos.