Durante meses, la ONU ha estado advirtiendo de una hambruna inminente, especialmente en el norte de Gaza, ya que todo lo necesario para mantener la vida ha sido destruido o simplemente se ha agotado. Esto se está traduciendo ahora en muertes de niños, no como resultado de proyectiles y balas, sino por falta de una nutrición adecuada, o cualquier alimento en absoluto.
El camino hacia la comida y el agua
“Todo lo que beneficia al cuerpo, interna y externamente, no está disponible en el norte”. Con estas palabras, Abdullah Qarmout explicó por qué se vio obligado a abandonar su hogar en el campo de refugiados de Jabalia, donde había pasado toda su vida.
Los signos de angustia y agotamiento eran visibles en el rostro de este hombre de 64 años cuando Noticias ONU se reunió con él al oeste de la ciudad de Gaza, en la calle al-Rachid, la principal carretera costera de la Franja. Junto con otras personas, Abdullah y su esposa, Aisha, decidieron emprender el largo y peligroso viaje hacia el sur en busca de sustento y seguridad.
“Hemos llegado a un punto en el que una hogaza de cebada que no tiene ni tres gramos [de harina] cuesta un séquel, y una hogaza con cinco gramos está por dos séqueles. Desde ayer no pruebo un trozo de pan ni bebo agua”, dijo.
El martes, un convoy de ayuda de 14 camiones fue rechazado por el ejército israelí tras tres horas de espera en el puesto de control de Wadi Gaza. Se trataba del primer intento del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de reanudar incluso pequeñas entregas de alimentos en el norte, tras verse obligado a suspender sus operaciones el 20 de febrero debido a la falta de un acceso humanitario seguro.
Los camiones fueron detenidos más tarde por una gran multitud de personas desesperadas que se llevaron alrededor de 200 toneladas de ayuda alimentaria, demostrando en la vida real las señales de alarma lanzadas por la ONU en relación con la ley y el orden, y lo que el Secretario General António Guterres calificó de “cementerio de niños”.
‘Hay mucha gente buena; les darán de comer’
Aisha declaró a Noticias ONU que ella y Abdullah habían convencido a su hijo, Mohamed, para que emprendiera el viaje hacia el sur junto con su familia de siete miembros tras agotar todas las demás opciones.
“Juro que sus hijos dormían por hambre. No tenían comida. No podía comprar [pañales] ni leche. Lo juro”.
La abuela, de 62 años, contó a Noticias ONU que la familia se vio obligada a pedir dinero prestado a parientes y vecinos tras agotar sus propios recursos, pero que ni siquiera eso era ya una opción.
“Pedíamos dinero prestado para comer y beber. Al final, pedíamos préstamos, pero la gente ya no nos prestaba. Se lo dijimos a nuestro hijo: ‘Querido, los niños se mueren de hambre. Morirán y su sangre estará en tus manos. Llévalos al sur; allí encontrarás comida. Hay mucha gente buena que les dará de comer”.
Khudur al-Sultan contó a Noticias ONU que él y su familia se mantuvieron firmes durante cinco meses y se negaron a abandonar la ciudad de Jabalia, a pesar del nivel de devastación que había sufrido. Su amor por su ciudad natal les obligó a alimentarse de comida para animales y a soportar una de las peores catástrofes humanitarias del mundo en la actualidad.
“Nos mantuvimos firmes durante cinco meses. Intentamos conseguir comida para nuestros hijos, pero ¿de dónde se supone que vamos a sacar comida? La harina que compré sólo duró un mes. Empezamos a moler cebada y forraje. ¿Es esto aceptable para Dios?”.
Más del 70% de todas las viviendas de la Franja de Gaza han sido destruidas, y esa cifra asciende a más del 80% en el norte.
El experto independiente de la ONU sobre una vivienda adecuada, Balakrishnan Rajagopal, dijo al Consejo de Derechos Humanos que la escala y la intensidad de la destrucción en Gaza “es mucho peor que en Alepo, Mariupol o incluso Dresde y Rotterdam durante la Segunda Guerra Mundial”.
“Nos destruyeron. Destruyeron nuestras vidas y demolieron nuestros hogares. Mi casa ha desaparecido, sin ninguna razón. No nos buscan ni nada parecido, gracias a Dios. ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho?” preguntó Khudur.
Los vulnerables afortunados
Estos palestinos vulnerables son en realidad los afortunados. Todavía pueden moverse e intentar buscar algún tipo de refugio, un lujo que muchas de las 300.000 personas que se calcula que viven en el norte de Gaza simplemente no tienen.
Les espera un largo y traicionero viaje hacia un destino desconocido. Continúan su marcha a pie hasta Rafah, donde más de 1,4 millones de personas viven en condiciones pésimas.
La carretera costera que están utilizando fue testigo de un trágico suceso hace tan sólo unos días, en el que murieron más de 100 personas y varios cientos más resultaron heridas cuando intentaban conseguir harina para alimentarse y alimentar a sus familias.
Este incidente por sí solo basta para comprender los motivos de estas personas para huir a un lugar donde saben muy bien que las condiciones son de hacinamiento, insalubridad y, en definitiva, siguen siendo muy peligrosas.
Alto el fuego, ahora
Las Naciones Unidas y todos sus organismos siguen pidiendo un alto el fuego humanitario inmediato en la Franja de Gaza, así como un acceso humanitario seguro, sin obstáculos y sostenido, para salvar a la población restante y evitar una hambruna de grandes proporciones. También ha pedido la liberación inmediata e incondicional de todos los rehenes retenidos por Hamás y otros grupos armados palestinos.
Hasta ahora, estos llamamientos han caído en saco roto.